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Foto: joan ríos / efe

El país que estamos rompiendo

Perú al pie del orbe, ¡yo me adhiero!

César Vallejo

Publicado: 2015-10-08

El pasado miércoles 7 de octubre, TECHO Perú, organización de la sociedad civil que busca superar la situación de pobreza en que viven los ciudadanos de los asentamientos humanos de Lima, compartió en su fanpage esta publicación de Perú21 que denuncia la existencia de un muro divisorio entre los vecinos de Las Casuarinas, en Surco, y los de Vista Hermosa, AAHH ubicado en el distrito de San Juan de Miraflores; como símbolo de la exclusión social y política en que viven estos últimos.

Se trata, por cierto, de una publicación muy bien sustentada, con referencias al estudio de Oxfam sobre desigualdad en toda la región, y testimonios de los afectados. Ya lo dijo Ban Ki Moon recientemente: "En el siglo 21, no deberíamos construir vallas o muros" (fuente).

TECHO acompaña la nota con una breve reflexión sobre esta grave denuncia:

tomado DEL FANPAGE DE TECHO-PERÚ

Lo que sorprende de la publicación, sin embargo, no es el debate alturado, objetivo y académicamente valioso que pudo haber generado, sino la serie de comentarios de contenido prejuicioso, discriminatorio y de odio hacia compatriotas que viven en una situación clara de violación de derechos fundamentales que tiene el post.

Está muy bien que la gente discrepe. De eso se trata la democracia: de discusión sana, de debate que, aunque apasionado, nunca se salga de los límites del respeto y del reconocimiento del otro como igual a uno. Lastimosamente, esto no sucede en la mayoría de comentarios. Escasean los argumentos, abundan los conceptos preestablecidos. Y la línea que subyace a todos estos comentarios de odio es clara: "la gente que vive en asentamientos humanos, de origen migrante en su mayoría, es diferente a nosotros". 

De más está decir que esta idea es peligrosa para un país donde "algunos estamentos (...) han legitimado prácticas cotidianas de discriminación y exclusión social" (Espinosa et al., 2007, Estereotipos, prejuicios y exclusión social en un país multiétnico: el caso peruano, acá pueden revisarlo). Pero incluso más allá de eso, resulta ser un indicador de la nueva condición peruana que se ha venido gestando tras décadas de políticas neoliberales individualistas: estamos creando un país roto, donde cada grupo social tiene sus propias condiciones, dinámicas y regulaciones, así como sus propios enemigos y su propio bagaje de estereotipos sobre el resto. 

Así, los "pitucos" superficiales son aquellos que viven en La Molina o en otros distritos de NSE más alto (en este video de Spencer, la primera entrevistada argumenta no ser pituca solo porque vive en Magdalena); la gente afrodescendiente tiene la bemba grande, habla de una manera particular y es profundamente ingenua; las mujeres de la sierra no manejan bien el español, son ignorantes y de paso huelen mal; nuestros hermanos de la selva son "chunchos", tienen "ridículos sombreritos de plumas", y si reclaman deben sen rociados con napalm por las FAP (tomado del infame artículo del fallecido racista Andrés Bedoya); los la PUCP son caviares; los de San Marcos son terrucos; las ONG son pequeños resquicios comunistoides que promueven la violencia (o eso es más o menos lo que quiso decir De Althaus en uno de sus programas); las modelos no sirven para otro oficio (Miss Colorado, en EEUU, hace poco dedicó la etapa de talentos a hablar de su hermoso trabajo como enfermera); etcétera. La lista podría continuar por muchas líneas más sin esfuerzo. 

Esta fruición nuestra por agrupar a la gente y catalogarla como si fuesen productos al por mayor, de crear estereotipos basándonos en factores arbitrarios, queda plasmada también en las "ideas" (i.e. prejuicios) que tenemos acerca de los vecinos de los asentamientos humanos. Veamos algunos ejemplos del post en cuestión:

1. Vivir para invadir:

Acá está claro el mensaje: las personas que viven en situación precaria solo piensan en seguir invadiendo. Y no es suficiente haberse situado en una de las zonas más geográficamente inestables de la capital, sino que también están planeando invadir Las Casuarinas, Surco, La Molina, el Real Felipe, La Punta, y así tener acceso al mar para iniciar una cruzada de invasiones en otros países.

BTW, este comentario también es curioso por una de sus respuestas. Otro cibernauta, indignado por estos prejuicios, decide contraatacar... con más prejuicios:

Obviamente, nosotros los pelucones (me siento recontra identificado) tenemos más dificultades para pensar.

2. El mentalista:

Como TODOS los ciudadanos que viven en lo asentamientos humanos son igualitos, es justo imaginar -según este señor- que piensan de la misma manera. Entonces nos la damos de mentalista y descubrimos qué es lo que tienen en la cabeza: los hijos piensan igual que los padres, y no son muy ambiciosos.¿Educación? ¿Salud? ¿Un trabajo digno? ¡Nah! ¡Esas son preocupaciones de otra gente! Los vecinos de Vista Hermosa solo quieren su "pedazo de cerro".

3. Los traficantes:

No hay ejemplos más palmarios. Sintagmas como "esa gente" sirven para agruparlos a todos y pegarles una etiqueta en la frente. En este caso en particular, la etiqueta es la de delincuentes. La gente que vive en asentamientos humanos es "gente que trafica con terrenos", ni más ni menos. Es gente peligrosa, sin excepciones.

4. La irracionalidad del migrante:

Todo indica que el migrante no tuvo razones para venir a Lima. Nadie los invitó, después de todo. Debieron quedarse en sus provincias, donde -obviamente- tenían mejores servicios de los que se brindan en la capital del país.

5. Los optimistas:

Este es mi grupo favorito porque me mata de risa. Son dignos discípulos del charlatán de Jack Ma, hijos del posmodernismo ciego, que creen que todo se soluciona con un poquito más de esfuerzo... Porque el pobre es aquel que no trabaja lo necesario. 

Además, los migrantes necesitan cierto tipo de permiso para venir a Lima, que es otro país y tiene sus propias reglas para aceptar visitas. Después de todo, ¿para qué vienen? Mejor quédense en sus cerritos verdes, con sus llamas, y no sueñen en ser administradores de una gran empresa o completar una carrera universitaria en alguna de las universidades top del país. Eso, de nuevo, es para otra gente.


PARA CERRAR...

El objetivo de este post no es insultar a nadie ni ridiculizarlo. Si alguna persona se sientió ofendida, ofrezco disculpas y le sugiero no tomárselo de manera personal. Por algo tapé los nombres.

La crítica aquí va dirigida hacia estos seudo-argumentos que encasillan a las personas basándose en ideas preconcebidas que no se condicen con la compleja realidad de nuestro país.

Esta no es una discusión sobre la veracidad de la publicación de Perú21. No. La oportunidad de un diálogo alturado sobre un tema tan importante ya se perdió. Ahora se trata de combatir la intolerancia. Se trata de entender que las personas no nos comportamos necesariamente igual siempre, y que no se puede meter a todos en la misma bolsa solo por vivir en determinado sitio, como lo vienen haciendo los medios en señal abierta de manera oprobiosa. Nadie duda, por ejemplo, que existen traficantes de terrenos que lotizan cerros para su propio beneficio, que son violentos al momento de defender sus propiedades ilegalmente adquiridas. Negar eso implicaría negar una realidad -y un peligro- latente. Pero entiendo también que los asentamientos humanos son un fenómeno complejo cuyos actores principales no deben ser considerados delincuentes, cuyas motivaciones no se reducen a caridad ni a supervivencia, y cuyas causas no nacieron del capricho ni mucho menos de la mezquindad o el deseo de dar problemas de unos cuantos. 

Todo lo contrario: creo firmemente que lo que la mayoría de vecinos de dichas zonas pide son oportunidades de crecimiento y desarrollo, espacios de puesta en práctica de sus habilidades, inclusión en la dinámica económica y política de Lima, e instituciones que atiendan sus demandas y los escuchen en las tomas de decisiones. Lo que quieren es más gobierno, no menos gobierno. Quieren tener una voz y un voto porque ahora son limeños, te guste o no, y siempre fueron peruanos. Punto. Los servicios básicos, en ese sentido, son un requisito a priori para lograr trascender estas necesidades, y el gobierno debe estar a la altura de poder brindárselos, o negociar con ellos una solución alternativa a su situación precaria. Y esto lo sé de primera mano, como lo sabe TECHO Perú, que viene domingo a domingo trabajando en esas zonas, y las conoce mejor que nadie.

Entiendo que los muros más inmensos son nuestros prejuicios, nuestra total incapacidad -y falta de interés- al momento de descubrir al otro y poder reconocerlo como ciudadano, como persona con la que, nos guste o no, estamos destinados a compartir este país y todas sus riquezas y todos sus problemas.

Por otro lado, entiendo que las actitudes discriminatorias no necesariamente involucran a personas discriminadoras. Esto es importante aclarar para poder cerrar bien esta publicación. Todos nosotros podemos discriminar sin tener la más mínima intención de hacerlo. Porque, como dice el estudio que cité al principio:

"(...) El problema sería que los actos de exclusión se dan como procesos grupales sustentados en un conjunto de percepciones sociales compartidas, las cuales se habrían institucionalizado y, por ello, resultan invisibles e inevitables incluso para muchas de sus víctimas".

Pues eso. Por favor, que nuestros enemigos no sean nuestros propios conciudadanos. Que nuestros únicos enemigos sean la pobreza, la indiferencia, la exclusión, la injusticia y la intolerancia, que con eso ya tenemos bastante.

Botemos al tacho la idea de que en este país "cada uno baila con su propio pañuelo", y entendamos que el Estado somos todos y es nuestra responsabilidad siempre pensar en soluciones que atiendan a las necesidades de los más desfavorecidos. Estamos cansados de tener ganadores y perdedores en este país desangrado por una guerra aún reciente. Entendamos que podemos hacerlo diferente: que podemos generar una economía que no sea de suma cero, donde para ganar no necesitemos aplastarle la cabeza al otro; donde asegurarnos una calidad de vida óptima no implique olvidarnos del atroz número de personas que aún no la tienen; y, sobre todo, donde nuestra necesidad de seguridad, totalmente válida por cierto, no consista en aislar a los que consideramos diferentes sin haberlos conocido.

Esta tierra es tierra de todos. O trabajamos juntos o nos hundimos.

Que tengan todos un lindo feriado largo.


Escrito por

Juan Velazco

Más perdido que un grano de arena en Punta Negra (A.C.)


Publicado en

VESUBIO EN CASA

"A Crater I may contemplate / Vesuvius at Home" (E.D.)